En los últimos años, las criptomonedas han ganado protagonismo en todo el mundo, pero su impacto es particularmente relevante en los países en desarrollo. Con economías inestables, alta inflación y acceso limitado al sistema bancario tradicional, muchos ciudadanos han encontrado en el dinero digital una alternativa viable. Sin embargo, junto a las oportunidades, también emergen riesgos importantes que conviene analizar.
Uno de los beneficios más destacados es el acceso a servicios financieros sin necesidad de intermediarios. En países donde millones de personas no tienen cuenta bancaria pero sí un teléfono móvil, las criptomonedas permiten enviar, recibir y almacenar valor sin depender de instituciones financieras.
Ejemplo: en África subsahariana, plataformas como Binance Pay o BitPesa han permitido a pequeñas empresas comerciar globalmente sin pasar por bancos tradicionales.
Además, el envío de remesas es más rápido y barato mediante criptos, evitando comisiones abusivas de intermediarios tradicionales.
En economías con monedas locales debilitadas, como Venezuela, Argentina o Zimbabue, muchos ciudadanos recurren a criptomonedas como forma de proteger su patrimonio frente a la inflación o la devaluación constante.
Casos reales: el uso de stablecoins como USDT (atadas al dólar) ha crecido en países con alta volatilidad cambiaria, permitiendo preservar el poder adquisitivo.
Las criptomonedas también han impulsado nuevos modelos de negocio: pagos con cripto en comercios locales, freelancers que cobran en monedas digitales y jóvenes desarrolladores que participan en proyectos DeFi o NFT desde cualquier parte del mundo.
Esto abre la puerta a la innovación y a nuevas fuentes de ingresos en contextos con alto desempleo o subempleo.
Pese a las ventajas, existen riesgos que no pueden pasarse por alto.
El valor de muchas criptomonedas puede variar drásticamente en cuestión de horas. Esto representa un riesgo elevado para quienes buscan estabilidad financiera o invierten sin formación.
En muchos países en desarrollo no existe una legislación clara sobre criptomonedas. Esto puede derivar en estafas, proyectos fraudulentos y pérdida de fondos sin posibilidad de reclamo.
Aunque las criptos pueden facilitar la inclusión, también requieren cierto nivel de alfabetización digital, acceso a internet y dispositivos adecuados. En zonas rurales o de bajos recursos, esto sigue siendo un desafío.
En ausencia de controles adecuados, algunas criptos pueden utilizarse para el lavado de dinero, evasión fiscal o financiamiento de actividades ilegales, lo que puede perjudicar la imagen del ecosistema en general.
Las criptomonedas representan una oportunidad real para transformar las economías emergentes, especialmente en términos de inclusión, ahorro y acceso global. Sin embargo, no son una solución mágica. Para que su impacto sea positivo y sostenible, es necesario acompañar su adopción con educación financiera, marcos regulatorios claros y políticas públicas que fomenten su uso responsable.
¿Oportunidad o riesgo? La respuesta depende de cómo se implementen y de cuánto se prepare la sociedad para aprovechar su verdadero potencial.